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sábado, 10 de diciembre de 2011

Jorge García-Robles: Los ‘chidos’ modismos mexicanos

El escritor reúne 11 mil términos que publica Porrúa en un diccionario

CIUDAD DE MÉXICO.- “Agarrotarse”, “chido”, “claridiar”, “chisparse”, “besar la Juanita”, “cafiaspirino”, “al pie del cañón”, “jalada” y “macuarro” son modismos mexicanos que están o han estado presentes en la manera de hablar de quienes habitan este territorio; son tan fundamentales, que forman parte del léxico de los mexicanos, sin importar edad, profesión, clase social o nivel económico. 

A pesar de su gran uso, de que hay modismos desde la Colonia; que se trata de una tradición que se extendió durante el siglo 19, que gozó de enorme vitalidad en el 20 y que en la primera década del siglo 21 fue mayor su uso, pocas palabras de esa habla mexicana que a veces es tan desdeñada y ligada al hampa, han entrado a los diccionarios regulados por las academias de la lengua española.
Y aunque tratar de englobarlos es una labor casi imposible y emprender el trabajo es una misión titánica, en México existen varios ejemplos de amantes de la lengua que han intentado contener el lenguaje modístico. El caso más reciente es el Diccionario de modismos mexicanos, al que Jorge García-Robles, su autor, dedicó cerca de nueve años y en el cual logró reunir alrededor de 11 mil voces, entre palabras y frases.

“El modismo tiene un valor cultural, social e idiomático, hay modismos que expresan algo que el lenguaje convencional no puede; los modismos están más cerca de una expresión instintiva, natural y espontánea; no sólo las clases bajas, los delincuentes y los jóvenes, todas las clases sociales usan los modismos, unos más que otros”, señala Jorge García-Robles.

El autor del diccionario que ha sido publicado por editorial Porrúa dice que hay que ver a los modismos como un conglomerado de expresiones lingüísticas anticonvencionales que tienen una función social irremplazable. “No se trata de preferir uno u otro sino de entender cuál es la función de estos dos tipos de lenguajes que muchas veces se mezclan en nuestro hablar cotidiano y hay que aceptar los dos, tal como aceptamos un taco de nana y una langosta termidor, igual te comes las dos, pero alguna te sabe mejor en un determinado momento que otra”.

El léxico mexicano da de qué hablar

Es tal su convencimiento de que el modismo es necesario, que cita los afanes de escritores mexicanos del siglo 19 y 20 por apresarlo, como es el caso de Manuel Payno, José Joaquín Fernández de Lizardi, Victoriano Salado Álvarez, Federico Gamboa e incluso Alfonso Reyes, quienes, dice, conocen el valor de los modismos, no los desprecian sino que los ubican.

“Al modismo hay que ubicarlo y estudiarlo con seriedad, ponderarlo ahí donde tiene una función irreductible y no despreciarlo sin más. No digo que el lenguaje modístico sea superior al convencional, sino que es distinto; el lenguaje convencional es más rico y está mejor hecho, la gran literatura no se puede basar en modismos, aunque los use, la gran literatura es lenguaje convencional porque es incomparable una poesía de Góngora o de Rubén Darío que una canción de Juan Gabriel o Banda El Limón, hay diferencias cualitativas”, señala el escritor.

Jorge García-Robles empezó este diccionario a partir de su libro “Qué Transa con las Bandas”, en el que incluía los términos que usaban los adolescentes de esas bandas en los años 80; cuando ese libro se reeditó en 2003 comenzó a buscar etimologías y ejemplos bibliográficos de esas palabras, en todas las épocas. En 2009 obtuvo la beca del Fonca y se aplicó a terminarlo; sólo así pudo concluir este monumental trabajo personal, que con todo significó un periodo relajado y de entretenimiento.

Esas primeras palabras, entre las que están “qué ni quelites”, “qué epazotes” y “qué jais”, se fueron sumando a más de 11 mil voces y frases que muestran la vitalidad del modismo, que para Jorge García-Robles es algo universal porque responde a una manera no convencional de expresión oral y escrita de la palabra, que vuelve a la comunidad que lo usa, cómplice de sí misma a través de ese lenguaje.

El autor de la novela “Artificium” asegura que la función social y hasta corporal de los modismos es relajar a quien los usa, pero también es autentificarlo ante los demás y en un grupo, el caló significa utilizar un lenguaje muy identitario con tus amigos, con tu núcleo social y con tu familia.

El caló se crea, se destruye y renace
Es un hecho que el caló surge de una comunidad determinada, pero tiende a desaparecer a corto plazo, por ejemplo, el caló de los años 60, el que hablaban los jóvenes de esa década era muy rico, 30 años después algunos modismos dejaron de existir como tal y sólo quedan algunos términos y expresiones; 50 años después, es decir, en esta época, quedan muy pocas de ellas.

El ejemplo más claro para el escritor García-Robles es el lenguaje de los chavos banda de los años 80, un lenguaje que era muy localista y recogía algunos arcaísmos muy raros, lo que hacía que no se universalizara tanto.

“Por ejemplo, la palabra ‘chido’ no viene de ellos ni de los jóvenes de las bandas ni de los de los años 60 y 70; ‘chido’ es un término delincuencial del siglo 19 que se dejó de usar durante décadas y por alguna razón, creo que con Luis de Alba, los jóvenes de los años 90 y todavía la primera década del siglo 21 la empiezan a usar de manera universal; ‘chido’ y ‘güey’ son de las palabras más usadas por los jóvenes desde hace 20 años, por hombres y mujeres de todas las clases sociales”.

García-Robles dice que los modismos son palabras que cuelan. “La dinámica de los modismos es muy rara, es muy difícil apresarla ¿cómo se cuela ‘chido’ y pasa de ser una palabra delincuencial y se deje de usar mucho tiempo y de repente resurge?”. 

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